El tipo te espera junto a unas escaleras. Le pides el arma y te responde que él lo puede hacer por ti, que no tiene problema en poner una bala en tu cerebro, pero no aceptas. Quieres hacerlo tú mismo. Notas, a partir de la cabeza rapada, la fiereza de su rostro y la profunda línea vertical que divide su frente, que el siniestro vendedor es Vladimir Mayakovski, el capitán del barco que se estrelló contra la vida cotidiana. Un ángel suicida que ha venido a acompañarte.
Si esto fuese una película, despertarías con el arma bajo tu almohada y la sensación de muerte continuaría en la vigilia. Pero no es así. Tienes un arma junto a la sien. Nunca tu pulso estuvo más firme. Nunca tuviste tanto miedo. Caer. Abismarse dentro de todos los sueños y caer. Seguir cayendo hasta el infinito. La muerte tiene su camino: el espacio entre el tambor del revólver, el cañón y tu cerebro. El infinito dentro de una pistola.
J'adore!!!
ResponderEliminarBien, carajo. Buen texto.
ResponderEliminarExcelente texto.... visitare este rincon polvoriento seguidamente... saludos oscuros...!!!
ResponderEliminarLa inmortalidad en un segundo de adrenalina... Two thumbs up amigo!
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