domingo, 12 de julio de 2009

Perversión y creatividad

La perversión se define clásicamente como desviación del instinto sexual. Su estudio sistemático se ha propuesto una clasificación descriptiva, una nomenclatura de las perversiones. Encontramos que la perversión concierne al objeto sexual: la pareja sexual elegida puede ser un individuo del mismo sexo, muy joven o muy viejo y hasta un cadáver. El objeto sexual puede igualmente ser un animal, la ropa, zapatos y objetos del otro sexo, el perverso puede también ponerse estas vestimentas. La práctica sexual misma puede pervertirse: mostrar los órganos genitales, buscar el sufrimiento de la pareja, erotizar el propio sufrimiento, la participación de un tercero o de varios en el acto sexual, la multiplicación de estos actos, la mezcla de la orina y las heces en estos actos, etc. Sin olvidar que estas prácticas frecuentemente se asocian unas con otras.

Esta enumeración constituye en sí misma una interpretación implícita de la perversión, pues supone un orden natural del instinto sexual que sería definible en comparación con las prácticas de los animales o a través de investigaciones estadísticas. Toda desviación estaría entonces ligada a un substrato orgánico, a una degeneración constitucional que conviene distinguir de los otros estigmas morfológicos o morales y que probablemente se origina por transmisión o debido a una predisposición hereditaria.

Esta psiquiatrización de la perversión está viciada en su método, son médicos y abogados los que han hecho esta clasificación con el objeto de responder a los problemas médico-legales resultantes de los actos delictivos y criminales cometidos por los perversos.

La aparente objetividad de tales estudios está marcada por la presión judicial y social que pesa sobre el observador, toda descripción, por otro lado, contribuye a definir al perverso como distinto al observador (el médico, el juez, la gente honesta), es decir alienarlo, patologizarlo, satanizarlo. Pero no solamente la referencia a un instinto sano, propio de la mayoría de la gente, permanece indemostrable, sino que además es una observación común que toda vida sexual calificada de normal implica prácticas tomadas en mayor o menor grado de fantasmas y actos perversos. Una sexualidad que pretenda coincidir exclusivamente con el fin de la reproducción no puede ser sino producto de fuertes inhibiciones que llevan a desconocer lo que la pulsión sexual implica de ciego y desbordante. Desde esta perspectiva, la abstinencia y el celibato son perversiones.


Los escritos de los perversos



El estudio de las perversiones se aborda con mayor provecho a través de la lectura de las obras escritas por los mismos perversos y por aquellos que han sabido reconocer en ellos al prójimo: Sade, Masoch, Jean Genet, Georges Bataille, Gilles Deleuze, etc.

Esta bibliografía es por supuesto una bibliografía censurada, pues lo que no desconoce esta literatura es que el lector, tanto como el autor, de una obra que trata de las diferentes formas del erotismo y, en consecuencia, de la perversión, no puede permanecer indiferente, "objetivo", frente a tal sujeto. El es interesado, seducido u horrorizado, "pervertido". Y aquellos que se erigen en censores de las obras que llaman pornográficas, condenando a los perversos, practican en realidad una venganza sádica contra aquello que no los deja insensibles. Las razones invocadas por estas personas e instituciones no son sino una doble moral para mantener su buena conciencia. De hecho, cuando en las últimas décadas se han aplicado en algunos países medidas de liberalización en este sentido (publicaciones, prácticas eróticas, films, etc.) no ha ocurrido ninguna catástrofe, al contrario, han disminuido los crímenes sexuales así como el interés mórbido del público por aquello que estaba prohibido.


Por esto es notable hoy cuando hablamos de perversión en el mundo occidental, una tendencia a la desalienación de los perversos, paralela a la creciente conciencia de que no hay individuo normal insensible a la atracción de la perversión. Igualmente no podemos ver como menor la deuda que tenemos con los perversos autores de gran parte de los textos y poemas que hablan de amor (Sócrates, Safo, Shakespeare...) así como de obras artísticas y filosóficas que son parte del patrimonio humano. Sin dejar de señalar todo lo que de perverso hay en la cultura popular: el bolero por ejemplo.


La estructura perversa



Al estudio de la perversión en sentido diacrónico desarrollado por Freud a partir de la hipótesis genética que lo conduce a considerar al niño como un "perverso polimorfo", se agrega más recientemente la contribución de Lacan y sus alumnos quienes han retomado la noción de perversión en términos de estructura, es decir en su dimensión sincrónica, en la articulación de las diferentes instancias psíquicas. En tal sentido, el perverso se caracteriza menos por sus prácticas sexuales (multiples y contingentes, en realidad) que por una organización psíquica que no se limita a su vida exclusivamente erótica.

La relación del perverso con la Ley es particularmente significativa. Lejos de ignorarla producto de una supuesta debilidad del Super-Yo, el perverso provoca y desafía la Ley. Así, él se asegura de su presencia y de que siempre se encuentre alguien que se la recuerde y lo sancione, lo que denunciará inmediatamente como abusivo. Pero si el perverso provoca e interroga, más allá del aparato legislativo de la sociedad, a aquél que es el soporte familiar de la Ley, el padre , es igualmente alguien preocupado por establecer los fundamentos mismos de la Ley y se convierte fácilmente en moralista: Sade es un predicador, y todo perverso se descubre una vocación de educador o de iniciador. De la misma forma, la puesta en cuestión de los "valores" lo incita a rehacer y a reinterpretar la realidad comunmente observada en una transfiguración poética, artística o mística. Por ello, en estas actividades encontramos con frecuencia a los perversos.


En la estructura perversa ocupa un lugar eminente el placer, buscado, a veces de manera compulsiva, no sólo por sí mismo, sino sobre todo porque representa para el perverso una experiencia extrema, próxima a la angustia, que considera exenta del engaño y que constituye la verdadera realidad, una realidad más digna.


La perversión tiende así, en acuerdo con esta noción de estructura perversa, a desbordar el marco estrecho que le asignaba una nosografía descriptiva y designa un conjunto estructurado que no se limita a formas negativas y reprehensibles desde un punto de vista médico-legal, en particular las actividades estéticas.

Por Pedro Alzuru

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Habla y te salvas