sábado, 14 de agosto de 2010

Cruda




Escena pervertida imaginada por Pablo Sevel


La crudeza de tu piel ya no importa, menos aún esa retahíla de improperios con los que sueles adornar cada coito anal que mantenemos en la sala de la casa. Cerdo es lo de menos, pero yo embisto con bestialidad, quiero romperte en dos a ver qué pasa, a ver si así dejas de joderme tanto la vida y te olvidas de reclamarme a cada paso todo lo que hago, lo que decido, lo que busco.

Sí, soy un adicto, sí, no salgo prácticamente de casa, escribo y escribo como un poseído, como un afiebrado hijo de puta, escupiendo a esos que salen en la prensa, a esos que son la autoridad, a los vendidos y mamarrachos que colman esta ciudad de porquería.

Desde el balcón veo las fundas repletas de basura, de desperdicios, del olor real de este maldito barrio y te recuerdo, a ti que, pasando un día, llegas con ese culo enorme, con tus ojos y tus cejas parecidas a las mías, con tu arrechera y un poco de comida para después. Preferiblemente carne, embutidos, papas fritas, cola, energizantes, todo lo que haga más maleable a tu culo, lo que lo convierta en un maligno, e inservible, remedio contra el hastío.

“Hacer el amor” es penetrar tu vagina. No, gracias, qué convencional papelón. Lo otro, lo otro es la ficción de un infierno proyectándose desde el pene hasta ese agujero apetecido, maloliente y húmedo. Eso es vida. Bueno, era.

No sé por qué hoy has llegado en el papel de chica seria, con lagrimitas en la cara, con las piernas y la voluntad cerradas.

“Ya no más, papá”, dices, el murmullo te brota con convicción.

Las razones no me importan, lanzo la vaselina contra la chimenea, me veo los dedos que hoy no frotarán nada, la sensación de ahogo se atenúa cuando te miro y sé que eres parte de mí, de esta no puedes escapar: el laberinto nunca tiene una salida definitiva.

Por lo menos déjame la comida, carajo, respondo, sin lágrimas, como el adicto que sabe que solamente debe esperar, que dios proveerá. Aquí no hay drama, sólo deseo.

Corro al estante, al espacio en donde he empotrado la cámara de vídeo. Tengo en mis manos nuestra mierda, la saboreo a lengüetazos. No es lo mismo pero me sirve por unos segundos, mientras tu olor me parte la nariz manchada de polvo, del único polvo en el cual dichosamente nos convertiremos.




1 comentario:

  1. acabo de conocer este blog, del puta madre, lo que más me gusta del relato es el estallido que resulta al conocer que son padre e hija, y la reacción tan bestial del tipo, el deseo y no el drama, eso le hace fuerte. y la relación con la droga, con una concepción distinta, por cierto nada explotada en la inexistente literatura ecuatoriana. me enganché al blog por el tema de lo prohibido (soy mujer y, por si acaso,detesto la cursilería y el feminismo),pero veo que este Sevel está riquísimamente demente. Saludos malditos a todos.

    ResponderEliminar

Habla y te salvas