martes, 17 de agosto de 2010

A pasos de gigante


Parricidio sin culpa ejecutado por Sebas

Al principio el niño no supo cómo reaccionar. Sintió algo extraño en el cuerpo y contuvo el aliento. Sus manos se habían vuelto enormes, al igual que sus piernas y el resto de su ser. Se golpeó la cabeza contra el tumbado al intentar saltar de la cama, como era su costumbre.

No podía erguirse demasiado si pretendía salir caminando del cuarto. Pasó frente al espejo, en donde apenas se reflejó su cintura. Con la cabeza entre los hombros, un poco jorobado, salió entre risas, dispuesto a dar una paliza a sus padres.

La madre, para su mala suerte, es la primera en interrumpir su camino. Inmóvil ante su hijo gigantesco, no opone resistencia a la trituración de su cuello. Su pobre cuerpo sube y baja, sube y baja al ritmo de la mano del monstruo.

La mujer, hecha pedazos, queda atrás. El niño busca al padre.

Se agacha para avanzar con comodidad y continúa su camino a gatas. Huele el cuerpo del hombre apenas entra a la sala. Distingue su espalda y escucha sus carcajadas. Avanza, avanza. En una de sus risas, el padre lo sorprende al girar sobre su asiento. La cara de su inmenso hijo frente a la suya lo congela de espanto. Sus brazos y piernas convulsionan. El niño grita en su defensa, y su rugido sacude la habitación. Entonces toma al padre y lo arroja con fuerza increíble. El cuerpo permanece adherido durante unos segundos antes de deslizarse lentamente hasta el piso.

Sobre la pared brilla un rastro viscoso. La figura masculina de acción cae al fin sobre una muñeca despedazada. El niño se erige sobre los restos, que reposan mientras reciben una leve e infantil lluvia salada. Luego se inclina para recoger los pequeños cadáveres descoyuntados.

Los cuerpos crujen lentamente. Los sujetan las manos de un gigante precoz.

2 comentarios:

  1. Ja, ja, qué comico y sangrineto. Me recordó a Pica y Rasca

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  2. un gigante precoz debe tener unas lágrimas durísimas

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